Y justo antes de marcharme encontré un cabello tuyo en mi sofá. Lo recogí y lo dejé sobre la mesa, me quedé mirándolo y comprendí que todo va más allá de un simple sí o un no. Después lo tiré al suelo y barrí a conciencia.
Dime, niña, ¿y todo esto qué más da? Dime qué es lo que vale la pena, por qué luchar o por qué perder algo más que la dignidad. Por qué humillarse, por qué olvidar el orgullo, por qué soñar.
Sé que dejar pasar el tiempo no es la mejor solución, a veces hay riesgos que valen la pena, aunque sea para no arrepentirse de haberlos corrido. Nunca me entenderás y nunca te entenderé yo a ti, pero eso no es porque seamos yo hombre y tú mujer, sino porque tú eres tú y yo soy yo.
Quizá que te recuerden es el mayor regalo que alguien te puede hacer, quizá es el tiempo que no se puede devolver a cambio de un "tiquet-regalo". En realidad, eso acaba por no importar tampoco, se olvida con el tiempo y la distancia.
Ya termina el verano y me vuelvo a marchar, planearme volver o no sigue siendo una opción y no una obligación y eso es lo que me preocupa. El no volver por miedo a lo que me pueda encontrar a la vuelta o por no querer afrontar reencontrarte, tenerte delante y seguir estando lejos. No tener nada más en común que la edad y el tiempo que ya pasó y no volverá. Eso es lo que de verdad importa.
P.S.:
Dicen que no te debe importar lo que piensen los demás, pero eso no es cierto. Te debe importar que piensen las personas a las que quieres, tus amigos, pero quiénes son ellos. Empiezo a pensar que tengo un concepto de amistad diferente al de los demás, quizá equivocado, quizá no.
15 agosto 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me encanta el primer párrafo.
ResponderEliminarCreo que es una prosa versada!
;)
Por favor, no caigas en el nihilismo!