26 marzo 2010

Midiendo la amargura

Pasaban las horas y los días de tal forma que, acostado en su lecho, ante una hoja clorada, sólo se distinguía alguna que otra tachadura. Perdió la noción del tiempo. Se preguntaba dónde estaba ella. Su musa. Nadie lo sabía, pero sabía que nadie nunca se lo diría ¿Talía?¡Talía!, él la buscaba. Bajo la cama, tras su ventana, en todos los cajones e, incluso, entre las páginas de todos y cada uno de sus libros. Nada, ella no estaba.

Nunca hubiera esperado eso de su más fiel compañera. Insistía gritando su nombre y ni un susurro respondía a su llamada. Se cuestionó si aguantaría mucho sin ella, ¿cómo subsistiría? ¿Las palabras volverían a fluir?, ¿sería otra vez mudo? En silencio sucumbía ante tan abrumadoras preguntas.

Dejaron de pasar días para empezar a pasar meses. sus interrogantes le hicieron rozar la locura con la llema de sus dedos. La genialidad que siempre le había acompañado era un recuerdo encuaderado en pulidas tapas de cuero. Encontró otro empleo como periodista en un periódico de terdera. Su trabajo no le era gratificante, pero le daba para pagar las facturas. Escribía sobre los quehaceres de los habitantes de un pequeño pueblo de la antigua castilla al cual siempre le había honrado pertenecer. Empezó a beber sin límite ni sobriedad.. Por las noches, se acomodaba tambaleándose en su escritorio a la luz de un candil e intentaba producir algo que tuviera un sentido. Solía despertar sobre folios empapados en tinta, un tintero derramado a su vera y la mejilla ennegrecida. Nada, sólo encontraba monotonía y soledad, ambas empapadas en un gran charco de alcohol.

Una mañana, al despertar entre tinta y tintero, descubrió ante el espejo unas palabras tatuadas en su rostro. Sorprendido, con un incipiente dolor de cabeza, intentó descifrarlas. Las letras estaban corridas y algunas borradas, pero logró descubrir una frase encriptada: "Ahora bebo café sin azúcar". Parecía un fragmento sin sentido de un todo completamente absurdo, pero, no obstante, se enfrascó en el fin de hallar las palabras que había escrito en estado de embriaguez. No se le ocurría nada y decidió dedicarse a su trabajo. Tampoco. Llegando el ocaso, ojeando lo que no había hehco en todo el día, se derrumbó. Cayó en el sofá con su botella de güisqui y empezó a beber como un poseso. Al rato se le nublaba la vista, pero no conseguía ddesligarse de los problemas que le abordaban. Se levantó y volvió a su escritorio y murmuró, " No hay nada más amargo que yo...", después suspiró.

No se daría cuenta hasta la mañana siguiente que había resuelto el acertijo que le había consumido la mayor parte del tiempo del día anterior. Entonces, en un segundo de iluminación la escribió entera. "Ahora bebo café sin azúcar para demostrarme que hay algo más amargo que yo." Abrió los ojos y se dio cuenta que lo había tenido siempre ante sus narices. Se acercó a su escritorio, vació toda la mesa de los borradores con olor a alcohol y empezó a escribir su próximo artículo.

Éste se tituló midiendo la amargura y lo acabáis de leer. No sé qué le hizo recuperar la fuerza, la esperanza y las ganas de escribir, pero el tiempo le dio una lección, él la comprendió y va la vida. El escritor publicó otro libro más, aunque fue el último. Murió joven a los cuarenta y seis años de edad a causa de un tumor hepático.

P.S.: Si me he dejado la mitad de letras es culpa del teclado...

12 marzo 2010

Rompecabezas

Es un gran rompecabezs sin terminar. A quienes reparte las piezas ven sólo lo que que quieren ver, ya sea el dibujo o la parte trasera de las mismas. Nadie sabe ni por qué ni para qué ha recibido esa pequeña parte de un todo y recae en su mano que hacer con tal ofrenda.

Muchos de estos abandonan a su suerte el regalo recibido y siguen su camino. Otros tantos lo guardan en una caja oscura como recuerdo. Y los más valientes intentan recomponer las partes recibidas. Lo que no saben es que no sirve de nada. Que ninguna de sus piezas va a encajar.

Estos últimos lo intentan y lo vuelven a intentar, pero no hay forma de hallar los entresijos de este gran rompecabezas. Lo único que obtienen por su esfuerzo es una gran decepción que con el tiempo les hace sentir más y más vacíos. Todos ellos, al final, se consumen en un melancólico dolor. "No pude.", dicen para si mismos al mismo tiempo que su rostro se convierte en una expresión de tristeza absoluta. Entonces abandonan sus piezas y se despiden: "adiós", "hasta luego", "hasta otra"...

Supongo que algún día alguien se dedicará a recoger todas las piezas repartidas por el mundo y conseguirá encajar alguna de ellas. Si es así, quizá todo el esfuerzo no habrá sido en vano. Quizá todo acabe bien. Si llega ese día todos lo sabremos.

P.S.: ¿Alguien sabe de qué hablo?

10 marzo 2010

Frío

¿A esto lo llaman frío?
Es la ausencia de tu voz,
es el vacío;
es espada en vez de flor
en el camino.
Ahí donde la hermosura es sol
tras el caos.
Guirnaldas blancas en las carenas
brillan al acecho de la luz,
(decían) lo bello es bello.
¿Y a esto lo llamáis frío?
Allá lejos, donde aguarda el corazón
bajo el rocío,
este calor es llama ardiente
y yo su frío.

Rima IV- Gustavo Adolfo Becquer


No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas;
pero siempre habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!