Me encantaría desde mi ventana ver el horizonte. Escuchar a lo lejos al mar escupir sobre la arena en un incesante burbujeo. No ver la luna, pero saber que está ahí por el reflejo de luces estelares sobre la oscuridad mecida por las aguas.
Y todo verlo al mismo tiempo, sentir la brisa susurrándome al oído, perdiéndome en un sosegado momento de paz. Ésa sería mi ventana y sólo mía, aunque parezca egoista, no la compartiría. El tiempo se detendría junto a mi pensamiento, dejando entre ellos un gran vacío que no llevara a ningún lugar mas que a aquél, el alféizar de mi ventana.
No sólo eso vería desde allí. Podría imaginarme en el eterno vaivén de aquellas aguas, esconderme en la silueta de las palmeras, dibujar flores en el mar para enviarlas a aquellos corazones que no pudieran mirar por mi ventana. Y todo ello en el instante que dura un parpadeo.
Por desgracia, mi habitación nunca tendrá ventana. En realidad, no veré más allá de sus blancas paredes. No pisaré la línea que traza el horizonte, ni siquiera con una mísera mirada. Pero a pesar de todo, no puede la nostalgia alcanzar aquello que nunca sucedió y, por eso no estaré triste por no hallar la ventana que vaga por los confines de mi locura. Y además, sé que cuando quiera podré, en mi pared, imaginarla.
27 julio 2010
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No tienes remedio... Nadie construirá una ventana en tu habitación jamás a menos que seas tú, cacho pesimista ingenuo! ;)
ResponderEliminar¡Qué borde eres! Y además, ¿por qué le buscas sentido a lo que escribo? Y si lo tuviera, ¿por qué debería significar lo que tú crees? Es raro, pero este texto no dice nada más de lo que dice, simple y llanamente en la lengua castellana.
ResponderEliminar:D