-¿Por qué lloras?- pregunta él.
-No sé...- responde ella entre sollozos.
-¿Cómo que no sabes?
-No sé...
Él le ofrece un kleenex.
-Gracias.- lo tira al suelo y sigue llorando.
-¿Pero...?
-¿De verdad... no sabes por qué lloro?- pregunta con voz entrecortada.
-Mmmm...No.
-Nunca me entenderás.
Ella se levanta y se marcha hacia la multitud para perderse en unos instantes por la plaza.
Uno menos y dos medios más. Todo son lamentos. El aire huele a miedo, a odio, a tristeza, aunque sobretodo a humedad. Odio recordar. Odio sentirme infeliz. Detesto verla pasar. Y su voz. No, su voz no, sólo sus palabras. Odio el día y la forma en que me di cuenta de que me había enamorado. Ahora estoy enfermo. Es una enfermedad con síntomas imprecisos. Diabólicos, para ser exacto. Ya no distingo hombre de demonio, ni ave de reptil, ni nada que los números no puedan predecir. Odio como me mira, y mirarla, tan lejos ella. Ya no puedo pisar los sitios que acostumbraba. Ya no. Doy vueltas y siempre estoy perdido, incluso antes de empezar a andar. Creo en el caos, lo que no sé es si él cree en mí.
15 abril 2010
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"Odio el día y la forma en que me di cuenta de que me había enamorado."
ResponderEliminarGrande, grande!
Simplemente, precioso.
ResponderEliminarTriste, pero precioso.
Cuánto me gusta ver a un hombre así, pero qué poco que seas tú.
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